Fukunaga recrea la guerra civil de un país africano cualquiera con
excelente realismo y fuerza visual, retratando siempre desde el punto de
vista de niño. Beasts of No Nation «Bestias de ninguna nación en
español» nos muestra la realidad de esos niños soldado cuyas vidas
corren tan mala suerte «unos acaban en el hoyo y otros caen en manos de
fabricantes de máquinas de matar» cuando no hay quien los ampare, ni
siquiera Dios. Niños a los que se les impone convertirse en unos
asesinos, reclutados cuando lo han perdido todo y están tan
desorientados y necesitados de cariño que se aferran a cualquier muestra
de protección. Esto supondrá el inicio de la pérdida de la inocencia.
El fascinante inicio de Beasts of No Nation nos acerca, a modo de prólogo, a la forma de distracción de un niño africano que no quiere pensar en que su país está en guerra «nadie quiere guerra», desde que la cámara se introduce en el interior de una tele imaginaria en la que se ve a unos niños jugando hasta una escena tan familiar como es la comida que, por culpa de una serie de eructos y otros actos groseros, la situación se vuelve esperpéntica. Lo siguiente es el horror de la guerra y todos los que son partícipes de ella, y pronto se hace evidente el objetivo del director: buscar la denuncia, llegar primero al corazón para que después nos duela a nivel personal todo lo que estamos a punto de presenciar.
Fukunaga nos atrapa con la voz de off del protagonista que se dirige a
Dios como única persona culpable de lo que le está pasando, o con su
madre perdida, una vez se da cuenta de que Dios lo ha abandonado. La
dirección del californiano es precisa, firme y briosa, con
extraordinarias escenas que se quedan grabadas en nuestras retinas: como
la secuencia en la que Agu está atacando bajo los efectos de la droga,
momento en el que ya no le importa nada y el verde de la vegetación es
sustituido por tonos rojizos como roja es la sangre que es derramada por
unos actos por los que nunca se podrá perdonar. La música de Dan Romer
no destaca pero si acompaña al protagonista a adentrarse en un infierno
terrenal.
Por último, destacar unos imponentes trabajos interpretativos de Abraham Attah e Idris Elba, que actúa a otro nivel encarnando a un personaje que por brutal es inolvidable. Un film tan duro y real que la crudeza de sus imágenes va más allá de la simple ficción.
Por último, destacar unos imponentes trabajos interpretativos de Abraham Attah e Idris Elba, que actúa a otro nivel encarnando a un personaje que por brutal es inolvidable. Un film tan duro y real que la crudeza de sus imágenes va más allá de la simple ficción.
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