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'Ready Player One': Charlie y la fábrica de nostalgia

La nostalgia es un fenómeno que está cada vez más presente en nuestra sociedad y, por ende, en lo que consumimos. Series como Stranger Things o Everything Sucks son prueba de ello, pero uno de los proyectos que más expectativas estaba generando durante estos últimos meses ha sido la película Ready Player One, adaptación del popular libro con el mismo nombre.

La novela en sí, debía ya parte de su fama a la ingente cantidad de referencias a la cultura pop y friki de los 80, característica que terminó siendo tanto fuente de alabanzas como de críticas. Pero el hecho es que triunfó, tal ha sido su éxito que se ha terminado llevando a la gran pantalla de la mano del prestigioso Steven Spielberg. Desde fans incondicionales del libro, pasando por los grandes adeptos de los videojuegos y cultura friki, hasta los admiradores de Spielberg; se apilaban ansiosos por ver el resultado del proyecto. Pero, virtudes estéticas a parte, la película no es gran cosa. No lo voy a valorar como adaptación, pues no me he leído el libro, pero sé que el autor está detrás del guión de la película, con lo que cualquier distanciamiento entre ambos habrá sido deliberado y buscando otra finalidad, algo perfectamente respetable teniendo en cuenta las diferencias entre ambos mundos.

Ready Player One nos sumerge en el deprimente futuro del año 2045, donde el mundo real se ha tornado obsoleto y monótono tras el lanzamiento de un videojuego de realidad virtual llamado OASIS. Una vez en la consola, cada uno es libre de ser quién quiera dentro su gigantesco universo sin límites. En este lugar, su difunto creador escondió las piezas de un rompecabezas cuya resolución conduce a una fortuna de medio billón de dólares y el control total de la empresa, cuyas claves están basadas en la cultura pop de los 80 y su propia vida. 

La trama de por sí, no es precisamente innovadora, cosa que tampoco es un problema, pues todas las historias habidas y por haber ya han sido contadas. Lo que hace que algo sea novedoso u original es el enfoque particular del autor y la manera de narrarlo. Ready Player One, es Charlie y la fábrica de chocolate solo que con el Gigante de hierro y sus amigos embutidos en la historia. Su progresión es previsible y poco interesante, demasiadas son las películas que han contado antes lo mismo y de la misma manera, que el envoltorio sea distinto y tenga más luces y colores bonitos no lo hace original.


Tampoco ayuda a la causa que los personajes no tengan ninguna clase de progresión. El protagonista es prácticamente el mismo al principio que al final, no hay apenas contrastes en lo que se supone que debería ser su transformación. Y lo mismo va por el resto del elenco protagónico, llegando a poco más que los típicos compañeros de aventura que no aportan gran cosa más allá de un chascarrillo oportuno para el alivio cómico y bajar la tensión.

Pero no todo es malo. Los efectos especiales son sobresalientes y, teniendo en cuenta que lo digital representa el 80% de lo que ocurre en la película, el haber conseguido que no sature y fluya bien es todo un logro. Las escenas de acción son trepidantes y tiene algún que otro homenaje interesante (aunque la mayoría son cameos sin más). El imaginario en sí de Ready Player One es inmersivo, creando un fuerte contraste entre el colorido y rimbombante OASIS, con el gris y monótono exterior, llegando hasta el punto en que no termina importándote gran cosa lo que no pase dentro del juego.

En definitiva, Ready Player One es una película aceptable y entretenida, eso sin lugar a dudas. Pero teniendo en cuenta todos los factores y quién estaba detrás del proyecto, esperaba mucho más. La historia dista mucho de la originalidad, enmascarando con colores bonitos y nostálgicas referencias lo que es, en última estancia, una historia del montón que hace aguas y con una narrativa inconsistente.

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