Últimamente, la carrera de Álex de la iglesia ha venido tomando un camino lleno de baches (La chispa de la vida, las brujas de Zugarramurdi, Mi gran noche) que parecía no dejar nunca. Pero este año lo ha dejado. El director bilbaíno, no solo ha demostrado que está que se sale «al estrenar dos películas en un mismo año, cosa a la que no nos tiene acostumbrados», sino que podemos decir que ha vuelto. Perfectos desconocidos es un remake del exitoso film italiano Perfetti sconosciuti (2016) de Paolo Genovese, en la que narra cómo cuatro parejas, que se conocen de toda la vida, quedan a cenar, durante la noche se propone un juego que pondrá sobre la mesa sus peores secretos: leer en voz alta los mensajes y contestar las llamadas que reciban en sus móviles durante la cena.
En Coherence (2013) de James Ward Byrkit, un
grupo de amigos cenan mientras se preparan para ver el paso de un cometa. Aquí,
en Perfectos desconocidos de Álex de
la Iglesia no es un cometa, sino una luna, pero no una luna cualquiera: la luna
de sangre, la que sirve como mero pretexto para el cataclismo personal que están
a punto de vivir cada uno de los invitados. Esa excusa que sirve para destapar los
trapos sucios y los más profundos e íntimos secretos de cada uno de los
personajes.
La película contiene los
ingredientes típicos de Álex de la Iglesia:
el característico humor negro, la violencia «un Álex más desatado que nunca»
y la mítica fasecita que se ha convertido en marca de la casa «Menuda banda de
hijos de puta». Perfectos desconocidos es
una comedia negra muy divertida, sorprendentemente ácida y mucho, mucho menos melodramática
y grave que la original. Todos los actores están perfectos.
La película funciona como una seria reflexión sobre el poder que ejerce la tecnología
sobre nosotros. El guion escrito por el propio Álex y Jorge
Guerricaechevarría es bueno, ambos adaptan personajes y diálogos al
costumbrismo ibérico que tan bien conocen.
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