Drama
basado en hechos reales protagonizado por Wil Smith, quien da vida al doctor
Bennet Omalu, un neuropatólogo forense de origen nigeriano que descubrió la CTE
«siglas en inglés» (encefalopatía traumática crónica), un síndrome que afectó a
numerosos jugadores de fútbol americano y que la NFL intentó encubrir.
Dar vida a alguien que existe o
existió en la vida real y que el personaje encima requiera marcarte un acento
son a priori dos aspectos que puntúan con buena nota los académicos a la hora
de conseguir una nominación al Oscar. Sin embargo, a Smith le han ignorado totalmente.
Esto posiblemente ha sido debido a que su personaje no está lo bastante
trabajado como para brillar con luz propia. La relación de Smith con los otros
personajes carece de fuerza e interés y hace que los esfuerzos del actor acaben
volviéndose redundantes. Todo está pensado para su lucimiento personal, pero lo
que parecía a simple vista que iba a ser una interpretación que traspasaría la
pantalla, pronto se apaga lentamente y acaba resultando increíblemente anodino.
La verdad duele es un golpe que no produce dolor. Una historia que
carece de garra por culpa de un guión de Perter Landesman que no ha sido escrito
con la suficiente profundidad que el tema requeria. Un film que apuesta por la corrección
de todos sus aspectos y confía en una historia que no consigue tener gancho por
sí misma, lo que en otros casos desembocaría en una película aburrida. Pero
sorprentemente no se da el caso y aunque parezca increíble, el conjunto resulta
lo suficiente ameno como para tener en vilo al espectador.
La película es un drama
prescindible y superficial, que no emociona, torpe al entrar a fondo en el tema
que expone y fallido en su intención, en el que la historia misma impide
brillar a la esforzada actuación de Will Smith.
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