Después de la magnífica Birdman, la esperadísima nueva película del
mexicano Alejandro González Iñárritu posiblemente no será elegida como
la mejor película de 2015 por la Academia de Hollywood. ¿Por qué no? Por
dos principios básicos: 1) por simple probabilidad, es difícil que dos
películas de un mismo director gane dos años consecutivos y 2) porque se
trata de una película que podía haber sido perfecta de no ser por la
innecesaria arrogancia de su director y por algunos momentos puntuales
en los que el interés decae precipitadamente.
El renacido (The Revenant) es una salvaje venganza que trata de sacudir al espectador con unas brutales secuencias de batalla y un impresionante ataque de un oso, dotándolas de un asombroso realismo que dejara a más de uno con la boca abierta. Pero lo que podía haber sido una experiencia arrebatadora capaz de dejar al público totalmente exhausto y hecho polvo se convierte en una notable vivencia con unos altos y unos bajos bastante marcados.
El renacido (The Revenant) es una salvaje venganza que trata de sacudir al espectador con unas brutales secuencias de batalla y un impresionante ataque de un oso, dotándolas de un asombroso realismo que dejara a más de uno con la boca abierta. Pero lo que podía haber sido una experiencia arrebatadora capaz de dejar al público totalmente exhausto y hecho polvo se convierte en una notable vivencia con unos altos y unos bajos bastante marcados.
Iñárritu lo borda cuando tiene que plasmar los momentos más físicos, su manejo de la cámara y su querencia por los planos secuencia son capaces de alzar la película a un nivel visual tan extraordinario que pocas veces hemos visto en el cine. El renacido (The Revenant) es aventura pura y dura, sin adornos ni metáforas, capaz de invocar a los instintos más primarios y salvajes del ser humano. Es evidente que en la historia queda más espacio para que Leonardo DiCaprio se luzca, con una fuerte interpretación basada fundamentalmente en reacciones propias de animales salvajes «es desgarrador escuchar los sonidos que emite y sus reacciones físicas dicen más que cualquier línea suya de diálogo». Tanto el personaje de DiCaprio como el de Tom Hardy comparten un potente espíritu de supervivencia, cada uno a su manera. En definitiva, una experiencia hecha para sufrir y dejarse llevar, tan desagradable y visceral como irregularmente entretenida.
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