Passengers, del director noruego Morten Tyldum (The Imitation Game), se beneficia de la
química entre Chris Pratt y Jennifer Lawrence, dos de
los actores más solicitados de Hollywood. Y, sinceramente, no sé hasta qué
punto funciona ni si es del todo aprovechada. Partiendo de una interesante y
prometedora premisa, esta cinta de ciencia ficción luce como un catálogo de
imágenes en alta definición, que contiene una vacía historia de amor a lo bella
durmiente. Tyldum despierta a sus dos protagonistas, interrumpiendo el proceso de
hibernación, noventa años antes de que cumplan su cometido: encontrar una nueva
vida en otro planeta.
El director consigue construir una
llamativa intriga espacial con tan solo tres elementos; un medio de transporte
(una nave), un par de tripulantes (despiertos) y un entorno que los rodea (el
espacio); que poco a poco se va convirtiendo en un drama romántico en donde la trama
amorosa termina siendo anodina y rutinaria que, incluso a mí, me empalaga. La
relación sentimental entre sus protagonistas es lo bastante típica como para no
interesar lo suficiente al espectador, quien posiblemente no entienda algunas
reacciones de uno de sus personajes.
Passengers no deja de ser una cinta de ci-fi
que pinta bastante bien pero luego cuando la ves, defrauda. Una película que
cuenta con un único escenario, pocos personajes «entre los que podemos ver a un
androide barman con el rostro de Michael Seen, que parece un claro guiño a El resplandor» y una historia en la que quizá
moleste el uso de un personaje de usar y tirar que sirve solo para encauzar la
trama, y dar así solución a ciertas torpezas de guion, evitando por el camino que
un final inesperado llegue antes de lo previsto con recursos bastante
facilones.
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