Yeon Sang-ho es un realizador de películas de animación,
cosa que se nota «y mucho, además» en la estética de Train to Busan, su primer largometraje con personajes de carne y
hueso. Porque el film se presenta
como un cómic hiperrealista cuyo principal acierto es jugar con todos los clichés
del subgénero, para subvertirlos y, de esta forma, reinventarlos y así
conseguir que aparezcan nuevos conceptos. De esta forma, si sabes jugar tan
bien tus bazas como este director surcoreano, obtendrás ideas originales,
frescas e innovadoras.
Train to Busan, podríamos decir, que es un cruce perfecto entre Guerra Mundial Z y Snowpiercer. El director consigue imprimir un ritmo trepidante, que
no da ni un solo respiro, a un trabajo de factura y técnica impecables, con una
sorprendente habilidad con la cámara y una asombrosa estética deudora de las
viñetas de las mejores novelas gráficas. A todo esto le sumamos un atractivo y
encantador impulso emocional, capaz de subrayar y magnificar los momentos de más
brutalidad dramática, y lo que obtenemos es un espectáculo de primer nivel. Train to Busan te puede parecer otra cinta
de zombis, con una historia mil veces vista, pero muy pocas son las que tienen
la capacidad de sorprender y esta, sin duda, lo tiene.
La película nos muestra, los infectados, tal y como los conocemos: rápidos, muy violentos, tontos y torpes y ansiosos por propagar el virus, motivo por el cual muerden para infectar. Y los personajes no infectados, también conocidos como humanos, son estereotipos: un hombre que aprende a ser buen padre; un hombre de negocios sin escrúpulos y sin corazón que sólo piensa en salvar su trasero; una pareja de adolescentes enamorados o un par de señoras mayores que son amigas para siempre. Todos tiene su gran momento de protagonismo, y por supuesto, los ataques de los zombis, imparables, sus adrenalínicas estampidas de destrucción son deslumbrantemente creativas y están expertamente orquestadas. Dispuesta a convertirse en una película de culto, Train to Busan ofrece suspense, acción, emoción, humor negro, crítica social, melodrama familiar, notas etológicas sobre el mal intrínseco al ser humano y unos moderados toques gores, que la convierten en una inteligente y sumamente entretenida diversión, con escenas para el recuerdo y hermosísimos flashbacks paterno-filiales.
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