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'Kubo y las dos cuerdas mágicas': El poder de los recuerdos


El origami al igual que la técnica del stop motion son artes que suponen tener cierta delicadeza y destreza manual y, como cualquier arte, requiere el dominio de una técnica. Travis Knight, presidente ejecutivo de los estudios Laika, parece demostrar con su primer largometraje como director que tiene un don divino para la animación y para narrar historias. Kubo y las dos cuerdas mágicas es una auténtica obra maestra tan maravillosa que incluso se le puede perdonar un descuido de previsibilidad: cuando el niño protagonista descubre y conoce a su padre «yo ya sabía quién era». Una bella y exquisita fábula sobre la infancia, la muerte, la pérdida, la tristeza y la soledad infantil, tan llena de texturas emocionales y con un fuerte poder cautivador que es imposible apartar la mirada ni un segundo.


El film de animación tiene un portentoso poder narrativo, acompañado con un delicioso diseño de personajes y una deliciosa animación, que respeta la tradición y destaca por su composición estilística y su deslumbrante poderío visual. Kubo y las dos cuerdas mágicas es un trabajo tan minucioso a la hora de ofrecer una amplia gama de emociones y, a la vez, tan simple en lo estructural de su argumento, que es la imaginación la que tiene la gran capacidad de crear esas agradecidas sugestiones a la historia.

Probablemente, Kubo y las dos cuerdas mágicas se trate de la típica historia sobre el bien y el mal, pero eso no quiere decir que el espectador no llegue a percibir el verdadero sentido de la historia.

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