Cuarto biopic consecutivo tras los dedicados a J. Edgar, los Jersey Boys
y Chris Kyle, personajes reales que han sido trasladados a la ficción
por Clint Eastwood. La película está basada en la autobiografía del
piloto Chelsey Sullenberg, en la que se relata el suceso acontecido en
2009 cuando evitó que el avión de pasajeros que pilotaba se estrellase
al lograr amerizar en las frías aguas del río Hudson. Eastwood deja a un
lado la ironía y la mala leche que identifican a sus mejores películas y
abre paso al optimismo. El director narra esa increíble hazaña con la
habitual destreza que le caracteriza y con una narración clásica, limpia
y, sobre todo, ligera.
La cámara se mueve a través del tiempo (entre la juventud y el futuro de lo que pudo pasar), del espacio (entre la habitación del hotel y la casa en la que espera su mujer) y de la propia conciencia acosada (¿héroe o villano?). Un hombre que se limitó hacer lo correcto «o al menos lo que la propia experiencia le dictaba», a hacer su trabajo correspondiente en tal situación límite. Algo que lo convierte para algunos en un héroe y para otros en un hombre que puso en riesgo la vida de 150 personas.
La cámara se mueve a través del tiempo (entre la juventud y el futuro de lo que pudo pasar), del espacio (entre la habitación del hotel y la casa en la que espera su mujer) y de la propia conciencia acosada (¿héroe o villano?). Un hombre que se limitó hacer lo correcto «o al menos lo que la propia experiencia le dictaba», a hacer su trabajo correspondiente en tal situación límite. Algo que lo convierte para algunos en un héroe y para otros en un hombre que puso en riesgo la vida de 150 personas.
Por supuesto una de las grandes bazas del film es su reparto. Parece que
todos están el momento y lugar adecuados. Tom Hanks pocas veces ha
estado tan perfecto, con una de sus más matizadas interpretaciones. Un
actor involucrado en su personaje, controlando cada uno de sus gestos,
cada una de sus miradas y, lo más importante, captando la esencia de la
persona real que encarna. Aaron Eckhart desprende una enorme naturalidad
y, por último, Laura Linney, en su tercera colaboración con el
director, capaz de aportar serenidad a su personaje y una vez más nos
demuestra que es una actriz muy camaleónica. En contra, no me ha gustado
la forzada comicidad de Mike O’Malley, metido en la piel de un
personaje al que le sobra tanta expresividad.
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