No seré yo el primero en decir
que pocas «tan pocas que se pueden contar con los dedos de una mano»
adaptaciones de un videojuego han alcanzado el éxito. Una de ellas «por
mencionar una» es la simpática ¡Rompe
Ralph!, la cual rinde un más que digno homenaje al mundo de los videojuegos,
sobre todo, los arcade. Ahora llega a nuestras pantallas Angry Birds, la película, una sosa y fallida aventura carente de
chispa, que así como conseguirá divertir al público infantil, al público adulto
no le hará gracia ni lo más mínimo.
Antes de nada muestro mi más
sincero respeto al doblaje en otros idiomas, sobre todo en castellano «aunque
en algunas ocasiones éste no haga justicia», pero en este caso y aunque sea una
opción respetable, las voces de Santiago Segura (Red), de José Mota (Chuck) y ni
siquiera la del mismísimo Álex de la Iglesia (Leonardo) «cuya voz se le echa
tanto en falta, que hasta ahora sólo recordaba que hubiera hecho una breve intervención
en la genial Los increíbles» logran insuflar
algo de vidilla y salero a esta insustancial adaptación del videojuego.
La fórmula del dinamismo funciona solo al principio, que consigue que todo se vuelva más digerible, pero cuando el espectador se acostumbra a ella ésta se agota con notable rapidez. Angry Birds, la película ofrece lo que demandan los más pequeños: golpes, porrazos, caídas y mucha verborrea gamberra y algo atrevida, pero eso sí, sin saltarse nunca lo inofensivo y el lenguaje moderado. Recomendable para el público que se conforma con poco.
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