No fue hasta su fallecimiento cuando Hollywood empezó a mostrar un gran interés por la biografía de este visionario tecnológico. Por desgracia, el resultado de ello fue la olvidable Jobs. Pero, afortunadamente un nuevo proyecto surgió con David Fincher en la dirección y Aaron Sorkin en el guión, pero el primero no tardó en abandonarlo y finalmente fue Danny Boyle quien, tras un cambio de productora que amenazó con dejarlo en nada, se ha encargado de hacer realidad Steve Jobs, una película aclamada por la crítica estadounidense pero ignorada por el público. Creo que la compenetración y la capacidad de entendimiento no se ha dado entre el director y el guionista «cosa que con Fincher y Sorkin no hubiera ocurrido». Steve Jobs es una película en la que se habla mucho y no ocurre nada. Un correcto biopic, en el que los personajes hablan por los codos y que es capaz de retratar, e incluso matizar, la arrolladora personalidad de Steve Jobs, un genio tecnológico con problemas de aceptación de su paternidad.
La elección de Michael Fassbender sonó en su día un poco rara, debido al escaso parecido físico con Jobs «es cierto que va mejorando según avanza el metraje, pero sin llegar a una verdadera transformación física». Pero la que mejor sale parada es Kate Winslet, tanto por ser la que tiene una mayor presencia en el relato como por su interpretación, cuidando al máximo su acento polaco y sabiendo al mismo tiempo transmitir la frustración propia de su trabajo y la fascinación por el talento de Jobs.
La película contiene una dialéctica un tanto plomiza que por momentos termina avasallando al espectador, quien no es capaz de asimilar y entender toda la información que Sorkin quiere transmitir. Steve Jobs es una buena película que recrea 14 años de la vida de Jobs, época en la que lanzó los tres productos estrella de Apple.
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