Parece que al guionista y dramaturgo Aaron Sorkin le ha costado dar el paso que le coloca detrás de las cámaras. Molly’s Game su ópera prima adapta las memorias Molly’s Game: From Hollywood’s Elite to Wall Street’ Billionaire Boys Club, My Hight-Stakes Adventures in the World of Underground Poker, que narra la historia de Molly Bloom, una enigmática mujer y avispada emprendedora investigada por el FBI tras crear una misteriosa red de partidas de póker en las que participaban estrellas de Hollywood (el personaje de Michael Cera, según dicen los rumores, está inspirado en Tobey Maguire), deportistas, empresarios y la mafia rusa.
Este
personaje requería a una actriz que fuera capaz de ofrecer una actuación basada
en la picaresca, arrogancia, vulnerabilidad y carisma que permitieron a la
deportista, escritora empresaria y un largo etcétera a montar un imperio de póker
sin ayuda de nadie y en menos de diez años «y lo mejor de todo, supuestamente
legal». A Jessica Chastain le venía como anillo al dedo este papel, por ser una
intérprete tan superlativa que es capaz de recordarnos por qué se convirtió en
la actriz favorita de la cinefilia de la noche a la mañana.
Molly’s Game, como es de esperar, es una historia excelentemente escrita y sorprendentemente bien interpretada «con un enorme Idris Elba y, por supuesto, Chastain». Sin embargo, Sorkin parece dejar claro que el póker no le interesa lo más mínimo «y es ahí, en las partidas, donde el espectador puede desconectar más», pero lo que de verdad si le importa es retratar la complejidad psicológica y dar significado a las acciones de Molly.
La
película se vende como una historia muy bien escrita y protagonizada, pero en
la que debajo no más que una película correcta y fácilmente olvidable, a veces
perjudicada por dejar a la locuacidad campar a sus anchas y por los flashbacks de la infancia y juventud de
la protagonista que aportan información que se podía haber ahorrado y no
hubiera pasado nada.
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