Tiempo después, la figura de King Kong vuelve a despertar interés en los
productores y realizadores de Hollywood. Como ya lo hicieron en su día:
Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack cuando dirigieron la primera
película sobre la criatura más salvajemente cinematográfica que ha
pisado el cine. Edgar Wallace, quien escribió el guion original de la
película de 1933 partiendo de la novela original de Delos W. Lovelace de
1932, quedó prendado por la historia de inmediato, aunque también es
más que notable su evidente influencia por las aventuras de El mundo
perdido (1912) de Arthur Conan Doyle y La tierra olvidada por el tiempo
(1918) de Edgar Rice Burroughs; o Peter Jackson, con una versión más
irregular, pero de corazón grande.
Mientras que Jackson aportó ese despliegue y esa carga emocional que requería la historia, Jordan Vogt-Roberts no busca tanto conmover al espectador con la apasionada y tensa relación de miradas entre simio gigante y chica «de hecho hay apenas un par de miraditas, sino me equivoco» sino que su objetivo es ofrecer espectáculo puro y duro. Puro espíritu de evasión pulp, sentido de la aventura y el deseo inevitable de explorar territorios desconocidos como pudo provocar Parque Jurásico. Un espectáculo entretenido que no oculta su respeto hacia Depredador de John McTiernan y el espíritu de survival fantastique, y su deuda a las criaturas gigantes de El increíble hombre menguante de Jack Arnold.
Mientras que Jackson aportó ese despliegue y esa carga emocional que requería la historia, Jordan Vogt-Roberts no busca tanto conmover al espectador con la apasionada y tensa relación de miradas entre simio gigante y chica «de hecho hay apenas un par de miraditas, sino me equivoco» sino que su objetivo es ofrecer espectáculo puro y duro. Puro espíritu de evasión pulp, sentido de la aventura y el deseo inevitable de explorar territorios desconocidos como pudo provocar Parque Jurásico. Un espectáculo entretenido que no oculta su respeto hacia Depredador de John McTiernan y el espíritu de survival fantastique, y su deuda a las criaturas gigantes de El increíble hombre menguante de Jack Arnold.
Jordan Vogt-Roberts bien se podía haber ahorrado las claras referencias a
Apocalypse Now de Francis Ford Coppola «con escena de los helicópteros
Huey incluida», el personaje del coronel encarnado por Samuel L. Jackson
«idéntico al coronel Bill Kilgore interpretado por Robert Duvall» y la
relación de miradas entre bestia y chica a lo Rick en Casablanca, cliché
poco original y siempre recurrido.
A pesar de todo, Kong: La isla de la calavera resulta ser un emocionante y entretenido espectáculo, con unos efectos visuales más que sorprendentes, una magnífica fotografía de Larry Fong y que contiene personajes tan simpáticos como Marlow (John C. Reilly), un piloto americano desaparecido durante la Segunda Guerra Mundial, un personaje de locura impagable y con una habilidad para caer bien al espectador nada desdeñable.
A pesar de todo, Kong: La isla de la calavera resulta ser un emocionante y entretenido espectáculo, con unos efectos visuales más que sorprendentes, una magnífica fotografía de Larry Fong y que contiene personajes tan simpáticos como Marlow (John C. Reilly), un piloto americano desaparecido durante la Segunda Guerra Mundial, un personaje de locura impagable y con una habilidad para caer bien al espectador nada desdeñable.
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